En esta crónica revelaré quien de vosotros se sentará a mi izquierda, exponiendo los méritos y las razones por las que he considerado a tamaño individuo como mi lugarteniente quien, además, tendrá el supremo honor de sustituirme en el mando cuando tenga a mal tomarme unas vacaciones.
Esta es la misiva escrita al elegido:
Maldito señor presidente, me dirijo a usted para recompensar la grandeza de su obra. No solo ha conseguido llegar a lo más alto apelando a lo más sombrío de las almas de sus conciudadanos y haciendo emerger sus peores instintos, sino que ha utilizado el insulto, la mentira, el miedo y las amenazas con auténtico virtuosismo. Todo ello me ha llevado a valorar que su lugar está, no en la efímera presidencia de un país, sino a mi izquierda, como comandante en jefe de mis ejércitos, ejecutando mis designios y sometiendo de verdad al mundo entero.
No se me ocurre nadie mejor que usted. No hay día humano en el que las mojigatas mentes esclavas de la moral y la ética no se rasguen las vestiduras ante sus actuaciones, unas actuaciones he de decir, dignas de las mejores noches del averno.
Bien es conocida mi ferviente predilección por el pecado capital de la soberbia y creo sinceramente que, con su talentoso egocentrismo, es usted su máximo representante. El mundo de los gobernantes pecadores es vasto y abundante, y muchos son lo que poseen las virtudes que ando buscando pero, a mi juicio, hace usted una sublime ostentación de ellas al tiempo que socava todo el sistema democrático y genera confrontación social, en fin... ¿Qué más se puede pedir?
Debo ensalzar sin ambages aquellas decisiones que han representado retrocesos en los derechos humanos, resaltando las portentosas medidas adoptadas contra la inmigración. También mis más sinceras alabanzas a la retirada de organizaciones internacionales, al boicot a la justicia internacional y, especialmente, al abandono de infames acuerdos para atajar el calentamiento global, algo que, por las razones ya indicadas en la crónica inicial, me satisface en grado sumo.
Formidable resulta la capacidad que sus resoluciones comerciales y militares tienen para inestabilizar al resto del mundo. Bienvenido sea el caos en todas sus formas, clases y géneros, así como cualquier determinación que provoque toda suerte de infortunios y calamidades, pues ellos acercarán mi tiempo en la tierra.
Es preciso hacer notar que para esta elección ha influido decisivamente su maravillosa trayectoria, tanto empresarial como personal, la cual le ha conducido a sentarse en el banquillo de los acusados e incluso ser condenado; un éxito que no le ha impedido llegar al gobierno del país. Así mismo, se ha tomado en gran consideración el extraordinario manejo de sus intereses privados, que siguen prosperando a la sombra de su presidencia.
Podría seguir relatando excelencias pero no creo que sea posible alimentar más su ego. Tan solo voy a terminar diciéndole, de oscuro corazón, que con usted sentado a mi siniestra, haremos el infierno grande otra vez.
Besos negros y maldito seas,
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